Parada Plaza de la Campana
Hoy no importa el sufrimiento de esta semana con esos #Bus27 repleto de viajeros, en la mañana de hoy la gente amoldándose para que pudieran entrar dos personas mas, de las peores días yendo al modo bulla en la calle Parras en la mañana del Viernes Santo. Hoy esto importa poco para este bloguero porque hace cincuenta años murió un hijo de esta ciudad, el gran poeta sevillano del 27, Luis Cernuda, quien mantuvo una relación de amor y odio como muchos sevillanos con esta nuestra ciudad. Nació en 1902, es el autor de Ocnos, como bien dice Francisco Robles el mejor libro sobre Sevilla. Murió en México en 1963.
Hoy no importa el sufrimiento de esta semana con esos #Bus27 repleto de viajeros, en la mañana de hoy la gente amoldándose para que pudieran entrar dos personas mas, de las peores días yendo al modo bulla en la calle Parras en la mañana del Viernes Santo. Hoy esto importa poco para este bloguero porque hace cincuenta años murió un hijo de esta ciudad, el gran poeta sevillano del 27, Luis Cernuda, quien mantuvo una relación de amor y odio como muchos sevillanos con esta nuestra ciudad. Nació en 1902, es el autor de Ocnos, como bien dice Francisco Robles el mejor libro sobre Sevilla. Murió en México en 1963.
Exiliado del mundo, nunca volvió a ver Sevilla. Bueno, si la vio, en su memoria.
A un sevillano, a Luis Cernuda desde otra Generación, la del #Bus27
Francisco Robles
Escritor y Periodista
"Cernuda es el superviviente de la Generación del 27"
Luis Cernuda |
Parada Plaza Ponce de León
Realización Antonio Casado Locución Paco Prieto
De Ocnos, El Río
Ir al atardecer junto al río de agua luminosa y tranquila, cuando el sol se iba poniendo entre leves cirros morados que orlaban la línea pura del horizonte. Siguiendo con rumbo contrario al agua, pasada ya la blanca fachada hermosamente clásica de la Caridad, unos murallones ocultaban la estación, el humo, el ruido, la fiebre de los hombres. Luego, en soledad de nuevo, el río era tan verde y misterioso como un espejo, copiando el cielo vasto, las acacias en flor, el declive arcilloso de las márgenes.
Unas risas juveniles turbaban al silencio, y allá en la orilla opuesta rasgaba el aire un relámpago seguido de un chapoteo del agua. Desnudos entre los troncos de la orilla, los cuerpos ágiles con un reflejo de bronce verde apenas oscurecido por el vello suave de la pubertad, unos muchachos estaban bañándose.
Se oía el silbido de un tren, el piar de un bando de golondrinas; luego otra vez renacía el silencio. La luz iba dejando vacío el cielo, sin perder éste apenas su color, claro como el de una turquesa. Y el croar irónico de las ranas llegaba a punto, para cortar la exaltación que en el alma levantaban la calma del lugar, la gracia de la juventud y la hermosura de la hora.
Luis Cernuda
Parada Recaredo Puerta Osario
Realización Antonio Casado Locución Paco Prieto
De Ocnos, La Catedral
Ir al atardecer a la catedral, cuando la gran nave armoniosa, honda y resonante, se adormecía tendidos sus brazos en cruz. Entre el altar mayor y el coro, una alfombra de terciopelo rojo y sordo absorbía el rumor de los pasos. Todo estaba sumido en penumbra, aunque la luz, penetrando aún por las vidrieras, dejara suspendida allá en la altura su cálida aureola. Cayendo de la bóveda como una catarata, el gran retablo era sólo una confusión de oros perdidos en la sombra. Y tras de las rejas, desde un lienzo oscuro como un sueño, emergían en alguna capilla blanca formas enérgicas y extáticas.
Comenzaba el órgano a preludiar vagamente, dilatándose luego su melodía hasta llenar las naves de voces poderosas, resonantes con el imperio de las trompetas que han de convocar a las almas en el día del juicio. Mas luego volvía a amansarse, depuesta su fuerza como una espada, y alentaba amoroso, descansando sobre el abismo de su cólera.
Por el coro se adelantaban silenciosamente, atravesando la nave hasta llegar a la escalinata del altar mayor, los oficiantes cubiertos de pesadas dalmáticas, precedidos de los monaguillos, niños de faz murillesca, vestidos de rojo y blanco, que conducían ciriales encendidos. Y tras ellos caminaban los seises, con su traje azul y plata, destocado el sombrerillo de plumas, que al llegar ante el altar colocarían sobre sus cabezas, iniciando entonces unos pasos de baile, entre seguidilla y minué, mientras en sus manos infantiles repicaban ligeras unas castañuelas.
Luis Cernuda
Parada Recaredo San Roque
Realización Antonio Casado Locución Paco Prieto
Un Jardín Antiguo
Ir de nuevo al jardín cerrado,
Que tras los arcos de la tapia,
Entre magnolios, limoneros
Guarda el encanto de las aguas.
Oír de nuevo en el silencio
Vivo de trinos y de hojas,
El susurro tibio del aire
Donde las almas viejas flotan.
Ver otra vez el cielo hondo
A lo lejos, la torre esbelta
Tal flor de luz sobre las palmas:
Las cosas todas siempre bellas.
Sentir otra vez, como entonces,
La espina aguda del deseo,
Mientras la juventud pasada
Vuelve. Sueño de un dios sin tiempo.
Que tras los arcos de la tapia,
Entre magnolios, limoneros
Guarda el encanto de las aguas.
Oír de nuevo en el silencio
Vivo de trinos y de hojas,
El susurro tibio del aire
Donde las almas viejas flotan.
Ver otra vez el cielo hondo
A lo lejos, la torre esbelta
Tal flor de luz sobre las palmas:
Las cosas todas siempre bellas.
Sentir otra vez, como entonces,
La espina aguda del deseo,
Mientras la juventud pasada
Vuelve. Sueño de un dios sin tiempo.
Luis Cernuda
Parada Luis Montoto San Benito
Realización Antonio Casado Locución Paco Prieto
Luna Llena en Semana Santa
Denso, suave, el aire
Orea tantas callejas,
Plazuelas, cuya alma
Es la flor del naranjo.
Resuenan cerca, lejos,
Clarines masculinos
Aquí, allí la flauta
Y oboe femeninos.
Mágica por el cielo
La luna fulge, llena
Luna de parasceve.
Azahar, luna, música,
Entrelazados, bañan
La ciudad toda. Y breve
Tu mente la contiene
En sí, como una mano
Amorosa. ¿Nostalgias?
No. Lo que así recreas
Es el tiempo sin tiempo
Del niño, los instintos
Aprendiendo la vida
Dichosamente
La planta nueva aprende
En suelo amigo. Eco
Que, a la doble distancia,
Generoso hoy te vuelve,
En leyenda, a tu origen.
Et in Arcadia ego.
Orea tantas callejas,
Plazuelas, cuya alma
Es la flor del naranjo.
Resuenan cerca, lejos,
Clarines masculinos
Aquí, allí la flauta
Y oboe femeninos.
Mágica por el cielo
La luna fulge, llena
Luna de parasceve.
Azahar, luna, música,
Entrelazados, bañan
La ciudad toda. Y breve
Tu mente la contiene
En sí, como una mano
Amorosa. ¿Nostalgias?
No. Lo que así recreas
Es el tiempo sin tiempo
Del niño, los instintos
Aprendiendo la vida
Dichosamente
La planta nueva aprende
En suelo amigo. Eco
Que, a la doble distancia,
Generoso hoy te vuelve,
En leyenda, a tu origen.
Et in Arcadia ego.
Luis Cernuda
Desde Córdoba Oeste
Y Sevilla le pagó con la moneda del olvido
En el 50 Aniversario de la muerte de Luis Cernuda
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